martes, 24 de marzo de 2015

EXPLORANDO

                                                    Ídolo de Tara, en el Museo Canario, 
                                                           Las Palmas de Gran Canarias 
                                                                 (Imagen sacada de Wikipedia)

Un día se fue de mis manos
el amor que tenía guardado,
con su vuelo alicorto y débil.

Fue de un lado a otro del horizonte
sin pena ni gloria, sin constante,
vomitó sus asperezas en el mar
y fue a sentarse en la cima de una montaña.

Cuando hubo descansado pensó:

volveré al corazón donde nací
y empezaré a cantar al viento
el mensaje que recibí de mi silencio;

no dogmatizo ni busco emblemas,
no limito ni amplío nada,
tan sólo cuento que la Tierra
necesita más la paz que la exigencia,
más la luz que la creencia,
más de mí, de ti y de todos
que de aquellos que murieron y no están
pues tú, yo y todos aún somos,
y si los que no están ya no son,
poco pueden hacer.

Impersonem.