domingo, 26 de abril de 2009

UN HUMILDE PEÓN


















Dibujo hecho por mi hijo de 12 años.


Me paso la noche en vela
administrando locuras,
unas veces doy la luz
y otras, para ahorrar, a oscuras.
Doy vueltas a las razones
que sostienen mi postura
ante el quehacer de la vida,
ante el venir de la muerte,
ante el azar y la suerte
con que cayeron los dados
de mi talento y fortuna.
Me paso el día callado
contando mis amarguras,
no para ser escuchadas
por ajenos oídos amables,
sino para ver cuánto suman.
Pues me tuve que callar
cuando la voz del sistema
pasó de mí con la flema
de quien no quiere escuchar,
y cuando una amable voz
que huía del murmullo de mis labios,
del quejido de mi alma,
me dijo desde lo lejos:
"no me cuentes más tus penas
que yo también tengo muchas".
Desde entonces, 
dejé de ser pieza movible
del Señor de los Señores,
del tragón de los tragones,
de los trepas al uso
que manejan puñales,
de los muchos intrusos
que visten carnavales
los días siguientes
a los señalados 
en el calendario.
Por entonces, 
este humilde peón
empezó a ser comible,
de casilla en casilla,
con saltitos pequeños,
emprendí yo la huida,
me salvó Don Quijote
que pasó por allí
de camino a sus tierras,
compartió a Rocinante conmigo,
que soportó a los dos
cual valiente Rocín,
fui su fiel compañero,
me nombró caballero
de las causas perdidas,
y en el rito de toma de armas,
en el altar de las dudas,
quemé las certezas
de toda mi estirpe.

Y después de vencer al destino,
al llegar a Locura 
asenté la cabeza.

Impersonem.