Dibujo hecho por mi hijo de 12 años.
Me
paso la noche en vela
administrando
locuras,
unas
veces doy la luz
y
otras, para ahorrar, a oscuras.
Doy
vueltas a las razones
que
sostienen mi postura
ante
el quehacer de la vida,
ante
el venir de la muerte,
ante
el azar y la suerte
con
que cayeron los dados
de mi
talento y fortuna.
Me
paso el día callado
contando
mis amarguras,
no
para ser escuchadas
por
ajenos oídos amables,
sino
para ver cuánto suman.
Pues
me tuve que callar
cuando
la voz del sistema
pasó
de mí con la flema
de
quien no quiere escuchar,
y cuando
una amable voz
que
huía del murmullo de mis labios,
del
quejido de mi alma,
me
dijo desde lo lejos:
"no
me cuentes más tus penas
que yo
también tengo muchas".
Desde
entonces,
dejé de ser pieza movible
del
Señor de los Señores,
del
tragón de los tragones,
de los
trepas al uso
que
manejan puñales,
de los
muchos intrusos
que
visten carnavales
los
días siguientes
a los
señalados
en el calendario.
Por
entonces,
este humilde peón
empezó
a ser comible,
de
casilla en casilla,
con
saltitos pequeños,
emprendí
yo la huida,
me
salvó Don Quijote
que
pasó por allí
de
camino a sus tierras,
compartió
a Rocinante conmigo,
que
soportó a los dos
cual
valiente Rocín,
fui su
fiel compañero,
me
nombró caballero
de las
causas perdidas,
y en
el rito de toma de armas,
en el
altar de las dudas,
quemé
las certezas
de
toda mi estirpe.
Y
después de vencer al destino,
al
llegar a Locura
asenté la cabeza.
Impersonem.